El plan del día prometía devolvernos a casa bien entrada la noche y agotados. Una ruta de 400km por carreteras inundadas de curvas y ascensos a más de 2500 metros.
Mi hermano, al que habréis leído en alguna de sus entradas (por ejemplo donde nos habla de su Audi A8, o donde nos cuenta sus peripecias jugando a Richard Burns Rally) es un apasionado de los coches, como ya habréis descubierto, y no dudó ni un segundo en elegir durante una de sus visitas a Suiza un plan en el que pasaríamos más de ocho horas conduciendo.
Los primeros 140 kilómetros que unen nuestro lugar de salida, Zug, con Davos son un mero trámite, aunque se puede disfrutar el bonito paisaje del centro de Suiza en lugares como Ägeri o Menzingen si elegimos evitar la autopista.
Estoy convencido de que cuando en Top Gear coronaron a Stelvio como la mejor carretera de Europa, en realidad se referían a la primera de las dos carreteras de las que quiero hablar en esta entrada. Esta carretera parte de Davos para llegar a Susch, lugar, este sí, desde donde se accede a Stelvio.

¡Qué carretera!
Tuvimos la suerte de que poco antes de comenzar el ascenso desde Davos, un corte por obra (el tramo marcado en rojo) limitaba el acceso de tráfico y sólo podía circular un puñado de coches cada 5 minutos. La ocasión perfecta para sacar el atleta que el Vantage lleva dentro.
Tras pasar la zona de obras nos paramos al margen de la carretera para instalar las cámaras y dejar un hueco generoso con el resto de coches. Arrancamos y comenzamos a conducir con fluidez, aumentando poco a poco la velocidad según íbamos ganando confianza con el coche y la carretera.

Con el paso de los kilómetros me voy concentrando únicamente en el disfrute de la conducción, dejándome seducir por la adrenalina liberada con el trazado de cada una de las curvas.
Las apuradas de frenada se suceden, reduzco marchas llevando la aguja al límite de revoluciones buscando punta-tacón perfectos. Pie a fondo a la salida de la curva y sucesión de marchas hasta llegar a la siguiente frenada; de nuevo punta-tacón para reducir, el eje delantero sigue con una precisión asombrosa cada indicación que se hace con el volante. Las ruedas delanteras apoyan a la perfección, acelerador a fondo de nuevo y esta vez conseguimos un suave sobreviraje sin ningún sobresalto, que nos catapulta a la recta siguiente y el proceso vuelve a comenzar.
Esta secuencia se repite curva tras curva, aunque después de haberla visto en vídeo, resulta ciertamente decepcionante frente a lo que uno siente mientras está conduciendo. De todas formas, esto va de disfrutar al volante, ¡y vaya si lo hicimos!
Según nos acercábamos a la cima alcanzamos al tráfico al que habíamos dejado distancia, perfectamente medida, pues únicamente tuvimos que reducir el ritmo cuando llegamos al mirador donde hicimos la obligada parada fotográfica.

Para mí, las pausas para comentar los minutos anteriores con la persona que te acompaña como copiloto, o ese amigo que disfruta de las salidas conduciendo su coche son tan importantes o incluso más que la conducción en sí misma.
Tener a alguien con quien poder compartir tus experiencias disfrutando de aquello en lo que piensas la gran mayoría del tiempo y poder intercambiar opiniones y consejos es absolutamente irremplazable.

De nuevo en el coche continuamos bajando hacia Susch, dejando que la mecánica enfriase progresivamente para poco después disponernos a disfrutar de un excelente café en un acogedor restaurante que encontramos a pie de carretera.

Parece que este sitio es el favorito de la gente que circula por aquí para dejar sus deposiciones sin ni siquiera hacer una mínima consumición, como atestiguaba el cartel que me encontré en el baño y del que por desgracia se me olvidó hacer foto.
Hidratados y descansados reemprendemos la marcha en dirección a Stelvio.

Stelvio se hizo famosa desde aquel programa de Top Gear en que se lanzaban a buscar la mejor carretera de Europa.
Coincido completamente con el vídeo durante los cuatro primeros minutos, mientras circulan por Flüelapass y consideran a esta carretera el paraíso de la conducción. Poco después llegan a Stelvio. Este lugar me parece excelente para una clásica cicloturista, quizá también para una ruta motera, pero no lo considero el mejor sitio para conducir con un deportivo.
Llegamos a Stelvio a través de una carretera verdaderamente tortuosa, Umbrailpass. Espero, sinceramente, que mi cerebro elimine este tramo del recuerdo. Para hacerlo aún peor los ciclistas descendían a muchísima velocidad ocupando todo el ancho de ambos carriles.

Debo recordar para las salidas futuras, revisar la planificación de la ruta con mayor detenimiento y así evitar carreteras de este tipo.
Una vez en Stelvio nos encontramos con un trazado ligeramente más abierto y mejor asfaltado, que de todos modos sigue siendo más adecuado para disfrutarlo en bicicleta.

Las vistas desde la cima son espectaculares, y el ambiente que se respira, con muchísimos ciclistas consiguiendo ‘vencer’ a la montaña y subir sus 2760m es excelente.

Nos encontramos varios puestos en los que vendían típicas salchichas suizas y unos cuantos más en los que vendían merchandising variado para recordar la hazaña. No pudimos resistirnos a comer “la salchicha más alta de Europa”.

También algún conductor de deportivos, seguramente con la idea errónea de que eso era el paraíso de la conducción, al igual que nosotros.

Hicimos el camino de vuelta íntegramente por la zona oeste de Stelvio, evitando Umbrailpass. En esta parte del viaje nos centramos en disfrutar las espectaculares vistas, dejando la conducción en un segundo plano. Con total seguridad esa es la forma de visitar lugares como Stelvio.
Ese mismo día volveríamos a circular por Flüelapass, deshaciendo nuestros pasos, aunque esta vez a ritmos que permitían disfrutar más del paisaje.


